jueves, 3 de enero de 2008

UNA LECCIÓN EN CADA COSTUMBRE…


Templo de Daiho, a cinco minutos en tren de Shimotsuma, en Ibaraki-Ken, Japón. La concentración es masiva en Año Nuevo para orar y comprar amuletos...



Todos los pueblos tienen sus propias costumbres. Pero que cada una de ellas lleve consigo una enseñanza, ya es bastante.

Eso es lo que ocurre con Japón, país que pese a su descomunal desarrollo en todos los aspectos, mantiene en plena vigencia sus tradiciones.

Lo interesante es que todas trasmiten una lección que se integra a la vida de sus habitantes y les propone pautas de comportamiento que siempre se cumplen.

Ocurrió hace apenas unos días con las celebraciones del Año Nuevo, conocido allá como Ochogatsu, cuyo significado literal es “primera luna”.

La víspera del nuevo año trae consigo el compromiso de una minuciosa limpieza de las casas con la participación de toda la familia.

El concepto fundamental es prepararse, de la mejor manera, para la renovación espiritual que representa el cambio de ciclo.

Pero vital importancia tiene, sin lugar a dudas, la costumbre de terminar con los asuntos pendientes. Es decir, saldar todas las cuentas antes del fin de año.

La idea es recibir el Año Nuevo sin ninguna clase de preocupaciones. Mucho menos, pensando que se debe dinero y no se paga.

¡Qué diferencia con nosotros…!

La tradición se completa con la visita a los templos entre la noche del 31 de diciembre y el 3 de enero para orar ante Dios. La concentración de la gente en los santuarios es masiva.

Allí se expenden tarjetas de saludo, agradecimiento y gratitud, amuletos de protección contra el mal, las enfermedades y los accidentes y flechas de adorno que representan la buena suerte.

Colaboración, responsabilidad y misticismo se amalgaman. Una combinación perfecta en la siempre misteriosa sociedad japonesa, que por ello no deja de ser admirablemente ejemplar…

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