lunes, 24 de marzo de 2008

FULBITO: UN JUEGO QUE NUNCA MUERE…


Niños practicando fulbito de mesa en Adis Abeba, Etiopía. Es el único juego de nuestra infancia que supervive pese al tiempo transcurrido...
Numerosos juegos que antes alegraron nuestra niñez y juventud, prácticamente han desaparecido.

El trompo, el rayuelo, el salto a la soga, la pega, el mata-gente, las bolitas, las chapitas, las escondidas, el boliche, el coche de rodillos, entre otros, ya no existen.

De ellos, mantenemos apenas su recuerdo. El tiempo siempre implacable e inexorable a la vez, irá borrándolos paulatinamente de la memoria.

Sin embargo, el fulbito de mesa, aquel que consagra a quien tiene los reflejos más rápidos y las muñecas quebradizas, aún se mantiene.

Nada pudo contra él. Y se le puede encontrar en casi todo lugar. Incluso los más apartados pueblos de la sierra.

La evocación de este emocionante juego saltó a la vista al informarse que actualmente su práctica causa furor en Etiopía, África.

Anteponiéndose a la constante amenaza del hambre, los niños y jóvenes pasan hora tras hora, fuera de la jornada escolar, entretenidos en jugar.

Las mesas no están dentro de establecimientos, como ocurre en todas partes, sino que se encuentran en la calle, las explanadas y al borde de las carreteras.

Se reciben tres bolas por diez céntimos de birr, equivalente a siete céntimos de euro.

El fulbito de mesa, como se le conoce en el Perú, se llama mete-gol en Argentina, futillo en Guatemala, fulbolito en México y futbolín en España.

La tradición atribuye su invención al alemán Broto Wachter y al español (gallego) Alejandro de Finesterre.

Sea como fuere, este entretenimiento pertenece a todas las generaciones, incluyendo a los adultos o personas de la tercera edad.

Practicarlo, nos hace retroceder en el tiempo. Volver a la época de la ingenuidad. De los amigos de verdad. Cuando se daba todo, sin esperar nada a cambio.

Cuando sólo vivíamos para estudiar y jugar. Sin preocupaciones mayores. Teníamos casa, comida y el cariño entrañable de nuestros padres. ¿Se podía pedir algo más…?

No había sida, drogas, narcotráfico, terroristas, ni siquiera delincuencia. La policía sólo se dedicaba a controlar el tránsito, que no era tan avasallador como ahora.

Era otro tiempo. Lógicamente, más sano y virtuoso que el actual. ¿Dónde se quedó esa realidad…?. ¿Cuándo se perdió nuestra inocencia…?.

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