jueves, 22 de mayo de 2008

MÁS DINERO PARA LA GUERRA…


La guerra sólo sirve para traer al mundo dolor, desolación y lágrimas...

Una triste noticia invadió hoy las salas de redacción de todos los medios de comunicación del mundo entero.

Con el respaldo de los republicanos, setenta votos a favor y veintiséis en contra, el senado de Estados Unidos, aprobó destinar una partida especial para sus tropas en Irak y Afganistán.

La cifra asciende a ciento sesenticinco mil millones de dólares, unos ciento diez mil millones de euros. Una considerable cantidad, sin duda.

Según declaraciones de un portavoz del pentágono, la inyección de dinero servirá para “seguir avanzando en la reconstrucción de ambos países”.

En forma simultánea, se daba a conocer que el ataque de un helicóptero militar estadounidense mató a ocho iraquíes civiles. Entre ellos, dos niños.

Trascendió que la ofensiva fue lanzada contra supuestos colaboradores enemigos.

Lo lamentamos”, rezaba el escueto informe de un vocero militar.

La decisión adoptada, para reforzar las acciones bélicas en ambos países, se produce casi al mismo tiempo del anuncio de la escasez y alto precio de los alimentos en los próximos años.

Una verdadera contradicción. Mucho más si la relacionamos con los millones de seres humanos del planeta que se debaten entre la miseria y la pobreza.

Y qué decir de las víctimas inocentes de la guerra, entre los que no se puede excluir a los jóvenes soldados del país del norte que truncan sus vidas en tierras extrañas.

Hasta el momento han perecido en combate cerca de cuatro mil quinientos efectivos. A ellos hay que agregar más de quinientos que se suicidaron por que no pudieron soportar el tormento del frente de combate.

La ansiedad, la depresión y el estrés pudieron más y acabaron con sus vidas. Muchos más lo han intentado, pero fueron salvados a tiempo.

O aquellos que regresan a su patria con traumas sicológicos irreversibles que los acompañarán hasta el final de su existencia.

Mientras tanto, las naciones sometidas quedan en ruinas y sus habitantes sin los recursos básicos para poder subsistir.

El dolor, la desolación y las lágrimas son compartidos en los dos extremos. Al final, es el mundo el que pierde.

Porque las emanaciones de los artefactos bélicos al estallar contaminan tierras, ríos, mares y la misma atmósfera que nos envuelve a todos los habitantes de la Tierra.

Se imaginan la cantidad de fructíferas obras que se podrían concretar con esa envidiable cantidad de dinero que, al final, sólo servirá para hacer daño.

Ojalá, como siempre expresamos, que algún día se termine con esta antinomia que, en lugar de permitirnos avanzar, no sólo nos detiene, sino que nos hace retroceder. Ojalá…

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