sábado, 18 de diciembre de 2010

¡ADIÓS PROFESOR, LE DESEO LO MEJOR...!



Clase del Recuerdo con un grupo de alumnos del Politécnico Marcial Acharán al celebrar sus Bodas de Perla...




“Educar a un joven no es sólo

aprender algo que no sabía, sino

hacer de él algo que no existía…”

(Ruskin John)

Es una gran verdad que las lecciones de la vida están a cada paso.

El otro día, luego de recibir mi ridícula y casi siempre insuficiente pensión de profesor cesante, como es costumbre, acudí a cancelar los recibos mensuales de luz, agua y otros servicios.

Al llegar al lugar de cobranza, estaban dos policías cumpliendo su encomiable labor de vigilancia tan necesaria en estos tiempos.

Uno de ellos, al notar mi presencia, se acercó respetuosamente tendiéndome la mano.

Era un exalumno del siempre recordado Politécnico Marcial Acharán y Smith que funcionaba a un costado de la Gran Unidad Escolar José Faustino Sánchez Carrión.

Aquel que, en sus mejores épocas, llegó a ser el colegio con mayor población estudiantil de Trujillo, La Libertad y, posiblemente, el norte del país.

Las letras del abecedario que se utilizan normalmente para denominar las secciones en los centros educativos, resultaban insuficientes.

El problema se resolvió optando por identificarlas como Primero “A” Prima, “B” Prima, “C” Prima y así en forma sucesiva.

En sus bien implementados talleres se enseñaban todas las especialidades técnicas existentes hasta la época.

De sus aulas egresaron jóvenes que se especializaron en Lima y ahora triunfan como prósperos empresarios

Son las carreras que la juventud actual no desea seguir, pues desean ser médicos, abogados, ingenieros u otra profesión, aunque al final terminen dedicándose a cualquier actividad, menos a la que estudiaron.

Retornando a la ocurrencia que relataba al comenzar, ingresé al recinto. Cancelé los recibos y al salir acudí ante el agente amigo para despedirme.

Manifestó que se encontraba a gusto en la Policía Nacional, Que evocada las lecciones de historia en salones con más de sesenta alumnos y que había participado en la última “Clase del recuerdo”.

Enseguida expresó su interés de volverme a ver, en otra ocasión, para dialogar y tomarnos algún refresco.

Acepté la invitación para el día que él tuviese descanso y al darme la mano manifestó:

-- “Adiós profesor, le deseo lo mejor…”

¿Qué mayor satisfacción podemos sentir los maestros cuando quienes fueron nuestros alumnos siendo niños o adolescentes, se despiden ahora con esas palabras…?

Simplemente, la del deber cumplido…

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