martes, 24 de enero de 2012

¡CUMPLIENDO EL PEDIDO DE LA HORA PÓSTUMA…!

Colegio María Negrón Ugarte desfilando en la plaza de Armas de Trujillo. Ahí conocí a Ena quien me hizo un insólito pedido hace más de medio siglo. Hoy cumplí con su voluntad...


Desempeñaba la actividad docente en el importante colegio nacional de mujeres “María Negrón Ugarte” de Trujillo.

El mayor porcentaje eran maestras. Los varones un poco menos. Pero, todos nos llevábamos muy bien.

Llegamos a conocernos mucho más en la época de la denominada planificación escolar que se realizaba durante las vacaciones.

Una cálida mañana de abril, hace cerca de un cuarto de siglo, me encontré en el patio del plantel con Ena Gabrielli Chota.

Éramos muy amigos. Tal vez porque teníamos similar talla o porque el color de nuestra piel era semejante.

Entre una broma y otra, que eran muy frecuentes en ella por su carácter alegre y jovial, alcanzó a decirme:

-- “Negro” (Así me decía de cariño), te pido un favor. Quiero que cuando yo muera tú me dediques unas palabras.

-- No digas tonterías Ena. No tenemos por qué tratar eso. Además, yo moriré primero.

-- No, no –replicó enérgica—Yo quiero que tú hables.

Nos miramos a los ojos. Siguió un silencio. Al final, terminamos riendo y palmeándonos el hombro.

Al abandonar las aulas, cada vez que volvíamos a coincidir en el centro de la ciudad me hacía recordar su encargo.

Hace un año nos encontramos cerca de la Casa del Maestro, Yo iba con mi esposa. Después de dialogar unos minutos, entre risas, terminó mencionando su deseo póstumo.

Días atrás, en horas de la tarde, sonó el teléfono. Una profesora del Negrón me dio la infausta noticia. Ena, había fallecido.

Ese mismo día fui al velorio y elevé una oración al cielo por su alma. Después me senté cerca por última vez.

Cómo olvidar a Ena. Imposible. Era muy estimada por todos los colegas. También por las alumnas que la seguían por un consejo.

El día del sepelio acudí a la misa de cuerpo presente y la acompañé al camposanto. Pedí permiso a la familia Tenía que acatar su voluntad, cumplir mi promesa y rendirle tributo.

Me despedí de Ena. Le recordé, entre otras cosas, que estamos de visita en la Tierra. Por eso no le dije adiós. Solo fue un hasta luego…















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