miércoles, 15 de julio de 2015

¡EL CELULAR TIENE LA CULPA…!

Jóvenes caminan. El celular es el principal motivo de su atención...

Nunca como ahora un dispositivo tecnológico ha revolucionado e influido tanto en la vida de los seres humanos al extremo que la existencia sin él, es prácticamente imposible.
             
Nos referimos al celular que se ha convertido en una especie de extensión de los miembros superiores del hombre. Una parte más del cuerpo humano.
            
La gente le ha dado tanto valor que algunos sostienen que permanecerían las veinticuatro horas del día en contacto con este casi diabólico dispositivo.
             
Su adicción en el medio es tal, que se acaba de difundir un informe que señala que Perú es el país donde más se habla por el móvil en Latinoamérica. Para bien o para mal, es cierto.
             
Cuántas veces en la vereda hemos estado a punto de que algún distraído, concentrado en el aparato, venga directo a estrellarse contra nosotros y nos golpee.
            
Es del caso mencionar que, en algunos países desarrollados se han dictado normas que prohíben hablar por celular mientras se está caminando.
             
No nos llame la atención que, algún día, se disponga lo mismo en nuestro medio.
             
Claro que, tal vez, alguien reclame que no se puede prohibir tanto pues se estaría atentando contra la libertad de las personas.
             
Por ejemplo, es común ver a personas que pagan para ingresar a un espectáculo y, de manera increíble, prefieren estar comunicándose antes que observar el escenario.
            
También sucede en el extranjero. El otro día, en un encuentro de básquet  en Estados Unidos, durante una jugada la pelota salió despedida con dirección la tribuna.
             
Con mucha fuerza el balón impactó en el rostro de una de las dos mujeres que, obviando lo que ocurría en la cancha, estaban viendo su smarphone.
             
El móvil acapara tanto la atención de quien lo utiliza que termina apartándolo por completo del medio ambiente que lo rodea.
            
Habla y gesticula sin importarle el resto. Hay instantes en que una personas cercana se entera, sin desearlo, de temas personales o íntimos de quien conversa.
             
Una mujer pregunta: ¿Estás en casa…? Unos segundos después, envía una tarea al interlocutor: “Anda preparando el arroz…”
             
Otra, despreocupada, lee al aire libre, en plena calle un mensaje de texto: “… por tales consideraciones, señor juez…” (?).
             
No falta el recontra lisuriento amigo que empieza contestando: “¡Aló, caraj…! Y quienes están cerca lo escucharon todo.
             
Lo malo es que casi nadie se cuida en el momento, las circunstancias y sus expresiones.
             
En otra ocasión, en pleno centro cívico, los transeúntes fuimos testigos de un pleito que sostuvo una chica en público. Algo ridículo. Imposible concebir años atrás.…”
             
El colmo de la inoportunidad de una llamada le sucedió a una joven que se disponía recibir la hostia en medio de la solemnidad de una misa.
              
Era un ambiente de quietud. Solo se escuchaba una dulce melodía mística cuando su dispositivo, anunciando una llamada,  emitió una estrambótica canción. El resto, ya se lo imaginan.
             
¡Todo, por culpa del celular…!

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